lunes, 10 de mayo de 2010

Capítulo 9-10-11

Luego de lo sucedido en Puerto Lápice tengo una pelea de caballeros ante el vizcaíno a pesar de tener el hombro herido. Fue una gran batalla en la cual salí victorioso, a pesar de que me haya herido la oreja y rompiera mi armadura, lo cual lo contrarresté atacando a su caballo y la cara del vizcaíno así ganando la batalla. Le dejé ir ya que prometió mostrarle sus respetos a mi dulce Dulcinea del Toboso. Luego de mi pelea, Sancho y yo nos dirigimos al buscar refugio. Me sorprendió la ignorancia de Sancho porque me preguntó que si había ganado alguna tierra con mi victoria. No sabía que del vizcaíno no se le puede sacar nada. Acampamos cerca de las chozas de unos pastores ya que no podíamos dormir en la iglesia porque habíamos agredido a unos monjes. Sancho estaba acomodando al caballo y al burro cuando percibió el olor a cabra asada. Me dijo que iba a ver que era ese olor cuando yo sabía perfectamente que iba a buscar comida por lo que lo acompañe. No hacía falta conocer mucho a Sancho para saber su gran afición por la carne. Su manera de ser y su gordura lo delatan. Cuando llegamos al lugar donde provenía el olor los pastores advirtieron nuestra llegada. Nos ofrecieron un campo entre ellos para comer el cual Sancho estúpidamente estaba rechazando, pero no importó ya que le corregí y empezamos a comer. Estaba yo disfrutando de unas bellotas, ya que preferí no comer cabra, cuando empezamos a hablar de lo bueno que era el mundo antes, cuando se podía disfrutar de la vida y no estar atado a un trabajo. Luego de eso un pastor empezó a contar una historia de romance, el cual me conmovió mucho y me hizo acordarme de mi dulce Dulcinea. Debí verme algo triste ya que un pastor me ofreció gentilmente curarme la oreja ya que pensó que me estaba doliendo. Sin duda hizo un mejor trabajo que Sancho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario