sábado, 19 de junio de 2010

Capítulo 30-31

Al rato Sancho les contó a nuestros acompañantes que yo había sido el culpable de liberación de los galeotes, algo que hizo que las demás personas me vieran de manera tosca, a pesar de que les dije que mi misión es ayudar a los desgraciados y que no era mi deber saber si sus penas eran merecidas o no. Estaba furioso y al parecer el resto de la gente lo notó. Fue por eso que la princesa Micomicona empezó a hablar sobre ella y por qué nos necesitaba, para cambiar de tema. La princesa contó que el gigante Pandafilando había predicho que se casaría con ella. Ella era hija del rey Tinacrio el Sabidor y de la reina Jaramilla. Fue por eso que ella acudió a mi persona, para poder salvarla del gigante y luego casarme con ella. Sabia decisión, pero no me voy a casar con ella ya que mi corazón le pertenece a Dulcinea. Más adelante en el camino cuando no encontraba nada con que entretenerme, le conté a Sancho la historia de la princesa Micomicona. No se lo había contado porque pensé que no era necesario. Sabía que hacía mal en contarle. Cuando le termine de contar todo con mis opiniones dijo que Dulcinea no me merecía y que me casara con la princesa Micomicona y así el tendría tierras para gobernar. Tuve que pegarle varias veces a ver si de una vez por todas llegara a entender que mi corazón es de Dulcinea. ¡Qué pena con Sancho! Luego de que las cosas se calmaran algo inusual pasó. En la lejanía vimos a un hombre con el burro de Sancho. Él fue a gritarle al hombre y el hombre asustado se lo devolvió. Sancho lo besaba como si fuera la cosa que más apreciaba en la vida. Para aumentar su alegría le dije que mantenía mi promesa de darle los tres burros. Luego de esto le pedí que me contara todo lo sucedido en su viaje a la casa de Dulcinea.
Sancho me contó que al llegar a la casa de Dulcinea se mostró muy disgusta con la idea de haberle enviado una carta. Esto era porque según Sancho ella no sabía leer y no quería pasar por la verguenza de que alguien le leyera la carta. Yo le insistí que me lo contara con las palabras exactas pero no quiso y dijo que no se acordaba bien. Esto me hizo pensar si era mejor ir a la casa de Dulcinea primero. Ante esta sugerencia Sancho reaccionó de manera sorpresiva, exclamando que deberíamos ir primero a matar el gigante y que de esa manera se aseguraba las tierras lo más pronto posible.

miércoles, 16 de junio de 2010

Capítulo 26-27-28-29

Cuando Sancho se fue curiosamente me empecé a sentir solo, algo que no esperaba. Me pasé bastante tiempo en el camino deambulando sin hacer nada, algo que me preocupaba ya que era un gran caballero que tenía que estar en acción. Lo hubiera hecho si Sancho no se hubiera ido ya que tendría a Rocinante. Finalmente encontré algo que hacer. Me dediqué a imitar mi queridísimo Amadís de Gaula, al decir varias de sus frases célebres y al actuar como él. Incentivé a la gente que me encontraba en el camino pero al parecer la idea no les agradaba. ¡Eso es algo inaudito! Esta gente parece tener una similitud con Sancho. Cuando me estaba preparando unas hierbas sentí que algo malo estaba por pasar y pensé en el trabajo que le dejé a Sancho.
Pasaron los días y cada vez me sentía más solo. Me costaba más encontrar los alimentos y ya no encontraba cosas para hacer ya que no podía hacer nada hasta que tuviera de regreso a mi gran corcel. Luego de días y de noches de sufrimiento, de gran aburrimiento, y de increíble lentitud, sentía que estaba a punto de perecer. Me desmayé y al despertarme me encontré con la voz de Sancho, algo que por primera vez me alegró inmesuradamente. Sancho me dijo que Dulcinea me quería ver personalmente, algo que no es posible ya que no soy lo suficientemente digno para ella, algo que Sancho no entendió. Sancho me dejó algo comida y regresó a la casa de Dulcinea. Cuando volvió me encontré con Sancho y la peculiar visita de la princesa Micomicona, Cardenio, y el cura y el barbero de mi pueblo, algo que lo explicaron como algo casual. La princesa Micomicona necesitaba mi ayuda para matar a un gigante que le estaba dando problemas. Dijo que no podía hacer otra cosa antes que matar al gigante. Por fin tenía mi primera aventura en días. Ha terminado lo que se puede decir como mi pequeño exilio del territorio de los caballeros. Cuando íbamos en el camino el cura me contó que algún idiota soltó a unos galeotes que él tenía encargado. Estoy seguro que son los que liberé pero no creo que sospeche de mí ya que soy un gran caballero. En fin estos últimos he venido de menos a más algo que siento que me merezco y de lo que estoy orgulloso.

lunes, 14 de junio de 2010

Capítulo 25

Cuando Sancho y yo regresamos al camino me empezó a cuestionar porqué no había dejado a Cardenio terminar su historia. ¡Qué pena con Sancho! Es obvio que no sabía mucho de la reina Madasima. LA reina Madasima es una reina honrada y una gran persona y Cardenio estaba diciendo cosas incorrectas que ensuciaban su imagen, algo que no podía permitir. Aún así parece que nunca convencí a Sancho. Después de esta discusión me acordé de la penitencia y decidí que era tiempo de hacer una. Viajé con Sancho, aunque el viniera a regañadientes ya que previamente me había dicho que ya no quería ser parte de mis aventuras, a una montaña cercana. Cuando llegamos empecé con la penitencia en voz alta, como se hace. Cuando termine mi penitencia sobre mi amada Dulcinea del Toboso, imitando así a mi querido Amadís de Gaula. Luego de terminar la penitencia le encomendé el trabajo de ir a donde estuviera mi Dulcinea a contarle por 3 días todo lo que había hecho. Además tenía que llevarle una carta que le iba a escribir a mi amada. Sancho me preguntó por cómo iba a encontrar a Dulcinea ya que no conocía a ninguna Dulcinea. Le dije que la podía buscar por el nombre de Aldanza Lorenzo. Dicho esto Sancho se dedicó a decir cosas impropias acerca de ella. Gracias a esto tuvimos una de nuestras típicas discusiones. Luego de esto Sancho se fue en Rocinante, algo que lamento ya que se llevó a mi corcel.

Capítulo 24

El día siguiente finalmente conocimos aquel señor misterioso gracias al gentil cabrero. El hombre se llamaba Cardenio. Cardenio nos comentó que su historia comienza cuando se enamoró de Luscinda, una joven del pueblo. Ambos eran de familias ricas por lo que Cardenio necesitaba el consentimiento del padre de Luscinda. Una vez que lo consiguió el padre de Luscinda le dijo que en orden para casarse con Luscinda tenía que ir la casa del Duque Don Ricardo. Cuenta Cardenio que en una de las cartas que Luscinda le mandaba le decía que llamara a Amadís de Gaula. El nombramiento de este personaje el cuál idolatro me sorprendió. Tenía que aprovechar que el nombre de Amadís de Gaula viniera a la historia para contar algo acerca de él para engrandecer su figura. Sentía que era mi deber ya que fue por él mayormente que me convertí en caballero. Luego de contarles sobre el grandioso Amadís de Gaula, Cardenio continuó con su historia. La verdad fue que no le puse tanta atención hasta que nombró a la reina Madasima. Al hablar el de ella me sorprendió, ya que su nombre no entraba en el contexto de la historia. Esto cambió mi manera de ver el hombre y como pensar sobre él y pensé de nuevo en lo que había dicho el día anterior el cabrero, el hombre está loco. Siendo él una persona así le traté como debería ser tratado, un hombre loco. Para afirmar su locura de repente me golpeó con un guijarro que tenía a su lado. ¡Qué pena con Cardenio!

sábado, 12 de junio de 2010

Capítulo 23

Cuando nos despertamos algo adoloridos luego de la pelea de día anterior, Sancho y yo nos dimos cuenta de algo horrible. Al parecer uno de los presos que torpemente liberamos ayer se nos acercó en la noche y se llevó el corcel de Sancho. Esto le provocó una gran tristeza al pobre Sancho ya que él dijo que lo había tenido por mucho tiempo y que lo quería mucho. Finalmente logré consolarlo y así seguir con nuestro camino diciéndole que le iba a conseguir cinco iguales. En nuestro camino nos encontramos con un cojín y una maleta, la que traía un librillo muy interesante. La genialidad de su escritor me cautivó por lo que me puse como objetivo conocer a ese señor. Fue así como nosotros empezamos a buscar al señor en nuestros alrededores. Al rato nos encontramos con un cabrero el cuál dijo que sabía todo lo que necesitábamos saber acerca ese señor. El cabrero nos contó que el señor era algo loco, ya que cambiaba su forma de comportarse. Algunas veces era todo un caballero y un hombre gentil. Otras veces era pedante y se comportaba de forma brutal. Luego nos contó una gran noticia. El cabrero y otros amigos habían acordado llevar al señor a villa Almodóvar para que le pudieran curar. Nos dijo que le podíamos acompañar si queríamos conocer al señor, algo que es grandioso.

Capítulo 22

Luego de la charla que mantuve con Sancho acerca de nuestro futuro, nos encontramos nuevamente con la aventura en nuestro camino. Nos dimos cuenta que unos comisarios y unos presos que venían detrás de ellos venían por el camino hacia nosotros. Decidí que tenía que averiguar porque los presos estaban presos. Sancho y yo nos salimos del camino para interrogar a los presos sin que los comisarios armados se dieran cuenta, a pesar de que Sancho me intentó explicar que eso no era de mis asuntos y que tenía que dejarlos en paz. Cuando llegué donde los presos me explicaron que iban a trabajar en las galeras del rey. También me explicaron porque habían sido condenados a esta pena. Me pareció que sus historias no eran dignas de para que se les castigara con esa pena. Les abrí los cerrojos juntos luchamos contra los comisarios. Nunca había estado en una batalla que fuera tan fácil. Al terminar les dije que fueran con mi amada Dulcinea del Toboso y les contra que el "Caballero de la Triste Figura" Don Quijote los había liberado de sus penas y condenas. Entonces algo sorprendente sucedió. Los expresos atacaron a Sancho y a mi persona. Nos dejaron prácticamente con nada. Lo peor de todo fue que Sancho me advirtió de esto. Nunca había vivido una traición de esta magnitud.

jueves, 10 de junio de 2010

Capítulo 21

Luego de mi última discusión con Sancho, andando por el camino, me pareció ver a la distancia el famoso Yelmo de Mambrino. Sancho intrigado e ignorante como siempre me preguntó por el yelmo. Le conté que el Yelmo de Mambrino es un yelmo que lo lleva un gran caballero. Le dije que yo me sentía digno del yelmo y que debería ir a conseguirlo. Sancho me cuestionó ya que dice que otras veces me equivocado. ¡Qué pena con Sancho! Aún así me lancé por el yelmo. Al abalanzarme contra el hombre supe que había hecho un gravísimo error. Cuando me levanté vi que había empujado a un pobre hombre y que el yelmo no era el Yelmo de Mambrino. Me disculpé con el hombre y cuando Sancho y yo retomamos el camino Sancho me dijo que no era un yelmo sino una bacía de azófar que usan los barberos. Luego hable con Sancho de nuestro futuro. Le comenté a Sancho que cuando me convirtiera en un caballero conocido me iba a casar con la hija de un rey y que el rey al morir y al heredarme el reino iba hacer que Sancho se casara con una gran doncella. Claro esto tenía algo de mentira porque jamás abandonaré a Dulcinea del Toboso. Aún así logré lo que quería que era que Sancho y yo nos compremetiéramos a trabajar duro para conseguir esa fama y ocupar los puestos deseados como ser rey y un gran noble.

miércoles, 9 de junio de 2010

Capítulo 20

Luego de comer colocamos lo que nos quedaba en Rocinante. Haciéndose esto partimos hacia nos guiara el instinto, ya que era de noche la neblina que cae un manto sobre el camino nos dificultó la visibilidad. Más adelante cuando nos acercábamos a la colina escuchamos unos ruidos al otro lado de la colina. Sancho parecía asustado por lo que escuchaba, por lo que tome la decisión de hacer lo que se supone que tenía que hacer solo. Le expliqué a Sancho que esos ruidos me indicaban que yo tenía que ir al otro lado de la colina y resucitar a la tabla redonda, los 12 de Francia y los 9 de la fama. Le dijo a Sancho que me esperara por 3 días. Si no volvía él tenía que decirle a mi dulce Dulcinea y a todos que había muerto luchando en la oscuridad. Sancho se puso a llorar cuando de repente Rocinante dejó de andar. Era obvio que estaba cansado y tuve que esperar al día siguiente. Durante la noche Sancho quiso entretenerme contándome una historia de algún cabrero; lástima que no pudo terminar por el ruido porque parecía una gran historia. Al día siguiente en el amanecer cuando fui hacer lo que tenía que hacer vi que el ruido no era lo que pensaba. El ruido venía de una casa mal hecha. Lo peor de todo es que cuando volví con Sancho él se estaba riendo de la situación. Esto hizo que me saliera de mis canales y comenzáramos a discutir, algo que ya parece algo habitual entre nosotros.

martes, 8 de junio de 2010

Capítulo 19

Durante el camino Sancho mostró una teoría la cual es demasiado buena y acertada como para que se le haya ocurrido a él. Me dijo que todos estos sucesos se deben que yo no he cumplido un acuerdo del cuál no me acuerdo muy bien. El acuerdo decía que yo no iba a comer pan y yo he mantenido mi consumo de pan igual que siempre. Aun así la culpa era de Sancho ya que él no me recordó del trato. Luego de esta discusión nos encontramos con unas luces que se veían al fondo del camino. Nos acercamos con prisa y vimos que eran unos hombres con mulas. Al llegar junto a ellos le pregunte al primero de donde venían. No sé porque pero a una de las mulas le pareció haber visto algo escalofriante, por lo que se asustó, botando al hombre que llevaba y salir corriendo, como hicieron el resto de los hombres con sus mulas. Esto me pareció sospechoso y acertadamente me dirigí al hombre que quedó en el suelo de una manera tosca y apuntándole con mi lanza, logrando así que me dijera lo que quería. Asustado me dijo que era un hombre religioso y que solo estaban llevando un cuerpo. Mientras le interrogaba me pareció ver de reojo a Sancho que estaba robando la comida que quedó en el suelo, una de las pocas veces que he visto a Sancho haciendo algo astuto. Cuando Sancho se acercó a nosotros le dijo que no se preocupara que estaba en la presencia de un caballero. Sancho dijo que me llamaba "El Caballero de la Figura Triste". El hombre le preguntó por qué y Sancho le dijo que era porque no tenía muelas y tenía la cara delgada de no comer. Nos despedimos del monje y nos fuimos rápido para buscar un lugar donde comernos ese manjar que Sancho robó. Esto no me agrada tanto pero tengo que comer.

Capítulo 18

Durante el camino Sancho se mostró igual de perdido como siempre ya que decía que la venta no estaba encantada, cuando era obvio que el castillo estaba encantado. Más tarde cuando nos acercábamos a unas colinas, pudimos ver que encima de las colinas se alzaban dos trazos de humo de direcciones opuestas. Era obvio que con toda esta información se estaba llevando a cabo una famosa guerra de la cual había leído que estaba a punto de suceder. Sabiendo que Sancho era algo ignorante le empecé a contar sobre la guerra, sus motivos y sus famosos personajes. Deleitado por la historia decidió que deberíamos subir la colina para ver la batalla. Al llegar Sancho me dijo otra de sus locuras. Dijo que las humaredas provenían de unos rebaños de ovejas y no de ejércitos. Enfurecido por esto fui a buscar entre la batalla alguna prueba de esta que Sancho no me pudiera negar. Al llegar me atacaron sorpresivamente por lo que me dejaron herido. Al llegar de regreso con Sancho le pregunté que si había perdido alguna muela, al enseñarle se vomito. A pesar del cansancio y de la mala suerte nos vimos obligados a seguir nuestro camino ya que no teníamos las alforjas con comida y necesitaba que me revisaran para estar más seguro respecto a mi lesión.

jueves, 3 de junio de 2010

Capítulo 17

Una vez que encontramos tranquilidad en ese castillo en el cual nada se podía hacer, le pregunté a Sancho como estaba. Como buen caballero tengo que proteger a mi escudero. Lo que me sorprendió en esta velada fue la solidaridad mostrada por Sancho ya que se preocupó por mí. Luego como buen caballero me tengo que mostrar rudo ante los que me rodean. Por esa razón me dirigí hacia el cuadrillero de manera tosca cuando le mostraba mi gratitud. Lamentablemente me tiró un candil aunque creo que me entendió. Cómo ya no tenía quién me curara le pedí a Sancho los ingredientes para hacer una vieja poción que me curaría todos mis problemas, la cual había leído en los muchos libros de caballería que leí. Me tomé la poción y tuve que sufrir sus terribles efectos como el vómito y el malestar estomacal. Me dormí lo más pronto posible y al día siguiente me desperté de maravillas. Asombrado por lo sucedido, aunque era obvio que mi recuperación iba a suceder, Sancho probó la medicina. Tuvo los mismos efectos que yo tuve pero con el tiempo no tuvo ningún cambió beneficioso. Esto era fácil de explicar ya que él no era caballero. Luego a la hora de partir el rey me cuestionó de una manera muy particular. Me preguntó por la paga. Le dije que era caballero y que los caballeros no pagan en los castillos. Dicho esto le preguntaron a Sancho por la paga y el dijo que los escuderos tampoco pagaban. Por esto unas personas del lugar comenzaron a golpearle por no pagar, algo injusto ya que él venía conmigo. Luego de todo le tiraron agua fría. Lo peor de todo fue que los bandidos se quedaron las alforjas de nosotros.

martes, 1 de junio de 2010

Capítulo 15-16

Luego del episodio sucedido en el entierro de Crisónomo, me dispuse a seguir a Marcela, ya que todavía tenía la curiosidad de saber más de ella. Por eso la seguí hasta cuando estaba a punto de anochecer cuando decidí acampar en un pequeño claro que encontramos. Al rato noté unas yeguas, por lo que le dije a Sancho que debíamos capturarlas. Cuando no arrimamos, los dueños de las yeguas los cuales eran como 20, ya que eran muchas. Intentamos huir por un rato, ya que era lo único que nos quedaba, pero aún así no fue suficiente. Los dueños nos terminaron apaleando y dejando mal heridos. Decidimos viajar un poco más porque en esta estado teníamos que dormir en un buen lugar para recuperarnos. En el camino le hice saber a Sancho que pensaba que era un cobarde por no haber peleado. Él me dijo porqué no había peleado, lo cual me sorprendió por su ignorancia, es obvio que un caballero solo pelea con caballeros. Sancho ante esto me respondió que él era un hombre pacífico el cuál no peleaba al menos que no fuera necesario. Para el colmo, al encontrarnos nuevamente con un castillo Sancho volvió a insistir en que era una venta y no un castillo. ¡Qué pena con Sancho!
Al entrar al castillo nos atendió la hija del rey y una criada. Ellas nos llevaron a una habitación donde nos arreglaron las camas, las cuales eran demasiado cómodas como para ser cierto. Qué lástima que Sancho no se tranquilizara ya que aseguraba que prefería dormir en el piso que en estas camas. En nuestra habitación había un noble caballero conocido como el Harriero, el cual iba a verse con la princesa del castillo más tarde. En la noche me desperté y me encontré a una hermosa señora en la habitación. Seguro era la princesa la cual se iba a ver con el Harriero. El Harriero estaba dormido por lo que empecé a decirle lo bella que era. El Harriero al despertarse malentendió lo que estaba haciendo y me empezó a golpear en la espalda. Me pegó tan duro que la hermosa cama se rompió. De repente la criada irrumpió en el cuarto escondiéndose en la cama de Sancho, el cual le empezó a pegar. Cuando llegó el Rey al darse cuenta de lo que estaba haciendo Sancho le empezó a pegar junto con el Harriero. El cuadrillero que estaba al lado se despertó y advirtió a todos en el cuarto lo herido que estaba. Todos se fueron dejándome junto con Sancho y el cuadrillero en el cuarto. Nuevamente Sancho y yo teníamos que ser atendidos.