martes, 7 de septiembre de 2010

Capítulo 44-45-46-47

En el amanecer desafortunadamente por un extraño movimiento de Rocinante quedé atrapado en mi aposento. Primero la silla y ahora esto. Estaba hasta la coronilla de estar atrapado por lo que llamé a gritos por ayuda. Cuando llegaron a desatarme me caí y me encontré con cuatro caballeros y el rey del castillo. Al parecer estos caballeros venían por el joven que había estado cantando durante la noche. No estuve muy cerca de la situación pero al parecer se arregló un matrimonio entre el joven que cantaba y su amada, Clara la cual resulta ser la hija de Oidor, hermano del cautivo. Se supone que el joven los venía siguiendo. Una vez arreglado todo, decidieron irse en dos grupos. El primero era de Oidor y Clara el cual se iba a Andalucía. El otro era del joven y los caballeros que lo buscaban. Estos iban a ver si el padre del joven estaba conforme con la boda. Una vez que se fueron me pareció ver en el horizonte algo increíble. Estaba relacionado con un suceso en el cual yo salí perdiendo. Es increíble que la vida me restriegue esto de nuevo. Resulta que por el camino pasaba el barbero con mi yelmo de mambrino. Sancho al darse cuenta se abalanzó contra el por saqueador. Al llegar a la pelea los separó y calme a Sancho un poco. Estaba bastante alterado lo que me sorprendió porque nunca había sido tan apasionado por algo. Le dije y me parece que no fue la primera vez, de que lo nombraría caballero cuando pudiera. Esa tarde nos la pasamos discutiendo por el barbero porque él decía que era una de sus bacías y no el yelmo como decíamos nosotros.
Esta gran discusión llegó a que los que me acompañaban y unos oficiales que acaban de llegar al castillo se metieran en ella. Luego de un rato el cura se acercó al barbero y me pareció que lo hizo entrar en razón. Luego de eso me trajo el yelmo. Al ver que me entregaban el yelmo los oficiales me identificaron como un hombre que buscaban. Me apresaron y me dijeron que lo hacían porque había liberado a los galeotes. Tenían razón, ¡que pena! Pero por segunda vez en el día el cura salvo la situación se acercó al oficial y en cuestión de minutos me dejaron libre. Una vez libre les dije a los oficiales que deberían de estar avergonzados porque solo estaba haciendo mi trabajo de caballero.
Luego de los improperios que dije los oficiales se dispusieron a arrebatarse contra mí. Gracias a Dios el cura mantuvo su racha de lograr acuerdos y luego de un rato de que hablara con los caballeros los convenció de algo y nos dejaron en paz. Ante todo esto le propuse a la princesa Micomicona que deberíamos irnos. Esta dijo que nos íbamos a ir cuando yo quisiera. Luego me encontré con Sancho al que le dije que ensillara a Rocinante porque no íbamos. Pero antes me dijo que tenía que contarme algo bastante importante. Me dijo que había visto a la princesa Micomicona haciendo cosas con Don Fernando impropias de una reina. ¡Qué pena con Sancho! Es increíble que ande por ahí diciendo esas cosas. Le regañe, y mientras lo hacía se nos acercó la propia princesa Micomicona, la cual le dijo a Sancho que tuvo que haber tenido algún encantamiento actuando sobre él porque aseguraba que algo así nunca hubiera pasado. Dicho esto Sancho se disculpó con la princesa Micomicona por lo sucedido pero me pareció que lo hacía a regañadientes. Ya entrada en la noche unos fantasmas me llamaron a mí y a Sancho. Nos dijeron que para cumplir la misión de la princesa Micomicona tenía que subirme a una jaula que tenían sobre una carreta. Nunca había hecho algo parecido pero la profecía que me dijeron parecía creíble.
Una vez que el viaje empezó nos tropezamos con unos jinetes en el camino. El que parecía el líder de ellos me preguntó porque iba enjaulado. Le contesté que era para cumplir mi misión ya que era un caballero andante. El jinete al escuchar esto se quedó atónito y dijo que era imposible. Luego Sancho le contó que yo estaba encantado algo que me impactó. Luego el cura se acercó al jinete y le dijo quién sabe qué pero el jinete nos dejó en paz.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Capítulo 43

El canto siguió toda la noche y yo me deleite escuchándola. Lo que se cantaban eran poemas y pareció que las cantaban un hombre. Le fui a interrogar un poco y me dijo que le estaba cantando a su amada. Entendía su estado por lo que no le interrogué más y regrese a mi puesto. Al amanecer del día siguiente algo muy raro pasó. Me llamaron a gritos por mi ayuda y cuando llegué adonde me llamaban me encontraba en una clase cuarto donde me ordenaron ver por un hueco. Desde el hueco se podía ver una ventana con barrotes de oro. En ella había una mujer la cual me estaba declarando su amor hacia mí. Para empeorar las cosas ella era la hija del rey del castillo. Le dije que no podía aceptar el amor ni nada parecido, que ya tenía a mi bella Dulcinea. Pero la joven que me acompañaba me dijo que al menos le diera mi mano para que ella pudiera desahogar su deseo. Así fue como de repente que atrapado. Cuando estreché mi mano me dijo que mejor fuéramos a un lugar mejor. Una vez que llegué me senté en una gran silla. Luego sin saber lo que estaba pasando la otra mujer me encarceló a la silla. Me quedé encarcelado y al parecer nadie me escuchaba.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Capítulo 42

Luego de la historia del cautivo todos nos callamos un rato callados en el castillo. Me sentía algo desolado por lo contado, como si me hubiera pasado. Al rato apareció en el castillo un hombre llamado Odior con una joven de dieciséis años. Una vez que se presentaron algo impresionante pasó. Resulta que el cautivo era hermano de Odior, y que la joven que lo acompañaba era su hija. ¡Qué impresionante que han sido los sucesos estos últimos días! Una vez que esto se supo el cura tomo el orden. Presentó a los hermanos y arregló un acuerdo. El acuerdo decía que el cautivo, que resulta que era un capitán, y Zoraida, la de la historia, se fuese con Oidor y su hija a Sevilla y una vez allí avisarían al padre de la mora, Zoraida, para que asistiera al bautismo y a las bodas de su hija. Una vez que se decidiera el asunto y que todos opinaran acerca lo sucedido todos se fueron a sus aposentos menos mi persona. Era mi deber como el único caballero del castillo quedarme despierto para vigilar el castillo. A la mitad de la noche me pareció escuchar un canto bellísimo que venía del castillo. Se puede decir que ese fue un gran día.

Capítulo 39-40-41

Al terminar mi discurso el cautivo, que se veía algo aliviado, se dispuso a contar su vida. Dijo ser el mayor de tres hermanos y que habiendo escogido el ejercicio de las armas como profesión, había andado por muchos y diversos lugares, participando en muchas batallas. El cautivo dijo haber sido apresado por el rey de Argel después de uno de sus viajes. Mientras estaba en la cárcel se pudo poner en contacto con una mora llamada Zoraida. Por una ventana el cautivo recibía mensajes que Zoraida hacia bajar en una cana. El cautivo contó que los mensajes, escritos en árabe eran traducidos por un moro renegado que le había ofrecido su amistad. Zoraida era hija de un acaudalado moro llamado Agi Morato. Agi Morato le ofreció al cautivo todo el dinero que necesitara con la condición de que llevara a su hija a España y se casara con ella. El cautivo contó que pudo pagar el rescate con el dinero aportado por Zoraida. Luego consiguió un barco que los trasladaba de Argel hasta España. Cuando el cautivo, acompañado del renegado y de otros compañeros cristianos, fue a recoger a Zoraida, se despertó Agi Morato, por lo que tuvieron que llevarlo con ellos atado y amordazado. Cuando estaban en alta mar Agi Morato se enojo con su hija cuando se dio cuenta de que ella era cristiana y que iba a allí por su propia voluntad. Entonces, los cristianos, decidieron dejar al moro en una playa solitaria y continuar con su viaje. Contó el cautivo que al poco tiempo de estar en alta mar les ocurrió una desgracia, fueron atacados por unos piratas franceses. Los piratas les robaron todas sus pertenencias. Después del percance lograron llegar a las costas de España en donde fueron auxiliados por unos vecinos. Ahora el cautivo junto con Zoraida se disponía a buscar a sus padres y hermanos.

domingo, 29 de agosto de 2010

Capítulo 38

Luego del suceso que sucedió con Dorotea me encontré con un cautivo. Este me pareció algo desdichado y pensé que tenía que levantarle la moral y que se diera cuenta de lo afortunado que era. Le conté que el soldado es el la persona más pobre del mundo. Tiene que sobrevivir con los mínimos recursos y aun así consigue aprovechar a su favor cualquier situación. También son los menos premiados y los primeros que mueren en las guerras. También le compare el trabajo de los soldados con el de los letrados. Los soldados trabajan más que los letrados pero reciben menor recompensa. Pero eso no significa que no se necesite a los letrados. Ellos hacen las leyes y son necesarios para mantener el orden y que los reyes gobiernen de la mejor manera. El cautivo se sintió mejor y se dispuso a contarme su historia.

martes, 24 de agosto de 2010

Capítulo 36-37

Al día siguiente me desperté con un gran dolor de cabeza. Me sentía desganado y no que ría salir de mi habitación, pero no fue así. Cuando todavía no había terminado de despertarme llegó Cardenio a mi cuarto diciéndome que había llegado una gente al castillo y que traían a una mujer misteriosa. La mujer estuvo en una silla a lado de mi habitación. Al rato cuando ya me había despertado totalmente, fui a hablar con Sancho. Necesitaba contarle mi experiencia a alguien, una historia tan excitante necesitaba ser contada. Le conté que el gigante que había matado, dejo grandes ríos de sangre. Sancho al escuchar esto reaccionó de manera sorprendente. Me empezó a decir que lo que había destruido eran cueros de vino y que los ríos de sangre no eran más que ríos de vino tinto. ¡Qué pena con Sancho! Porqué será que siempre sale con estas historias tan absurdas. Luego de una de nuestras típicas disputas Sancho me explicó lo que estaba sucediendo en el salón. Parece que la misteriosa mujer era Dorotea, no Micomicona como pensó Sancho en primer lugar. Ella estaba conversando con Cardenio y yo quería saber que estaba pasando. Cuando me dirigí a hablar con ellos un tal Fernando que estaba acompañando a Dorotea me detuvo. Fernando me dijo que no podía hablar con ella y luego le dijo a los otros habitantes del castillo que me iba a llevar a mi casa. Qué idea tan descabellada espero que esto sea una broma.

Capítulo 35

Sancho me avisó que tenía que salir rápidamente porque el gigante había llegado. Quería que mi victoria fuera sorpresa pero Sancho le avisó todos al ver que la pelea estaba intensa. Me pareció escuchar al cura levantarse de manera ruidosa pero al llegar donde yo estaba se quedó atónito. Al parecer el rey del castillo no le gustaba que atacara al gigante porque se abalanzó hacia mí propinándome una gran cantidad de golpes. Me quede sin reacción. Finalmente me lo quitaron de encima pero ese no fue el final de la tortura. Luego de eso me tiraron un balde de agua fría. ¡Qué pena con los ignorantes que no saben lo que hacen! Luego de eso insistí que debían disculparse conmigo y que por culpa de ellos el gigante se escapó. Pero que pasó, más ignorancia claro. Me llamaron loco y que no estaba peleando con un gigante, sino que estaba atacando a unos sillones. Ante tan insulto tuve que irme a mi habitación a dormir. Ellos se fueron a terminar de leer la historia del Curioso Impertinente la cual no está tan buena.

domingo, 22 de agosto de 2010

Capítulo 33-34

Me acerqué un poco para oír la historia bien. Luego de que el cura ordenara un poco el manuscrito empezó a contar la historia. La historia era del Curioso Impertinente. El cura contó que había una vez dos amigos, Lotario y Anselmo. La amistad de ellos era tan reconocida que se conocían como los dos amigos. Anselmo se casó con Camila, y quería hacerle una prueba de fidelidad. Anselmo quería que Lotario le diera regalos a Camila para probar su fidelidad a Anselmo. Lotario insistía que esto no era necesario ya que Camila era una gran mujer. Esto provocó como una clase de disputa entre ellos. Lotario creía que esto solo iba a confirmar la falta de confianza de Anselmo a su mujer, algo que no sería muy bueno. A pesar de todo Lotario accede a ser lo que Anselmo le pedía ya que sabía que si no lo hacía Anselmo iba a conseguir a alguien que lo hiciera. Luego de una semana en la que supuestamente Lotario se había encerrado con Camila, Lotario le contó a Anselmo charlas ficticias que se supone que tuvieron él y Camila. Anselmo lo acusó de culpable y lo obligó a hacerlo de nuevo. Pasaron 3 días y casi ni se hablaron.
En el cuarto día Lotario no pudo controlar sus sentimientos encontrados y le dijo a Camila lo que sentía. Ella también sentía algo parecido, aún así le conto en cartas a Anselmo lo que pasaba y Lotario feliz de su plan le contestaba que ya iba por ellos. Cuando Lotario habló con Anselmo este le confirmó la pureza de su mujer y que esta le rechazaba sus proposiciones sin cesar. Cuando Camila estuvo sola con su criada le contó todo lo sucedido, el verdadero amor de Lotario entre Camila. De esta manera se aseguraba de si Lotario decía algo su criada, Leonela lo sabría todo. Es por eso que planeararon un encuentro entre los tres para hacer un acuerdo y que no hubiera malentendidos. Al final de esta reunión Lotario se encuentra con Anselmo y le cuenta de la pureza de su mujer y este le agradece por ser tan buen amigo. Hasta ahí fue que le puse atención porque Sancho se me acerca contando unas noticias impresionantes.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Capítulo 32

Al final de camino llegamos al castillo donde tuvimos una mala pasada. Era el primer castillo al que fui. Yo me acomodé con Sancho a un rincón del lugar para no estorbar a los nobles y así esperar mi llamado a actuar contra el gigante. Cuando estaba esperando pude alcanzar oír al cura y al barbero conversar con los habituales nobles residentes y el rey del castillo. Escuché que estaban discutiendo acerca la realidad de las historias de caballeros. ¡Qué pena con estos brutos, como si no supieran que tienen uno al frente! Lo más curioso de todo es que el cura y el barbero, los que conozco, aseguraban que las historias eran invenciones de los escritores. Los nobles y el rey pro la otra parte decían que las historias tenían que tener alguna base, por ende son ciertas. El cura y el barbero enojados dijeron que todos los libros de caballería del castillo debían ser quemados. Buscando libros encontraron un manuscrito de una historia de caballería llamada el Curioso Impertinente. Los que estaban a favor pidieron que se leyera. A pesar de no haber escuchado nada acerca esa historia me gustaría oírla y ver como se prueba la realidad de las historias.

sábado, 19 de junio de 2010

Capítulo 30-31

Al rato Sancho les contó a nuestros acompañantes que yo había sido el culpable de liberación de los galeotes, algo que hizo que las demás personas me vieran de manera tosca, a pesar de que les dije que mi misión es ayudar a los desgraciados y que no era mi deber saber si sus penas eran merecidas o no. Estaba furioso y al parecer el resto de la gente lo notó. Fue por eso que la princesa Micomicona empezó a hablar sobre ella y por qué nos necesitaba, para cambiar de tema. La princesa contó que el gigante Pandafilando había predicho que se casaría con ella. Ella era hija del rey Tinacrio el Sabidor y de la reina Jaramilla. Fue por eso que ella acudió a mi persona, para poder salvarla del gigante y luego casarme con ella. Sabia decisión, pero no me voy a casar con ella ya que mi corazón le pertenece a Dulcinea. Más adelante en el camino cuando no encontraba nada con que entretenerme, le conté a Sancho la historia de la princesa Micomicona. No se lo había contado porque pensé que no era necesario. Sabía que hacía mal en contarle. Cuando le termine de contar todo con mis opiniones dijo que Dulcinea no me merecía y que me casara con la princesa Micomicona y así el tendría tierras para gobernar. Tuve que pegarle varias veces a ver si de una vez por todas llegara a entender que mi corazón es de Dulcinea. ¡Qué pena con Sancho! Luego de que las cosas se calmaran algo inusual pasó. En la lejanía vimos a un hombre con el burro de Sancho. Él fue a gritarle al hombre y el hombre asustado se lo devolvió. Sancho lo besaba como si fuera la cosa que más apreciaba en la vida. Para aumentar su alegría le dije que mantenía mi promesa de darle los tres burros. Luego de esto le pedí que me contara todo lo sucedido en su viaje a la casa de Dulcinea.
Sancho me contó que al llegar a la casa de Dulcinea se mostró muy disgusta con la idea de haberle enviado una carta. Esto era porque según Sancho ella no sabía leer y no quería pasar por la verguenza de que alguien le leyera la carta. Yo le insistí que me lo contara con las palabras exactas pero no quiso y dijo que no se acordaba bien. Esto me hizo pensar si era mejor ir a la casa de Dulcinea primero. Ante esta sugerencia Sancho reaccionó de manera sorpresiva, exclamando que deberíamos ir primero a matar el gigante y que de esa manera se aseguraba las tierras lo más pronto posible.

miércoles, 16 de junio de 2010

Capítulo 26-27-28-29

Cuando Sancho se fue curiosamente me empecé a sentir solo, algo que no esperaba. Me pasé bastante tiempo en el camino deambulando sin hacer nada, algo que me preocupaba ya que era un gran caballero que tenía que estar en acción. Lo hubiera hecho si Sancho no se hubiera ido ya que tendría a Rocinante. Finalmente encontré algo que hacer. Me dediqué a imitar mi queridísimo Amadís de Gaula, al decir varias de sus frases célebres y al actuar como él. Incentivé a la gente que me encontraba en el camino pero al parecer la idea no les agradaba. ¡Eso es algo inaudito! Esta gente parece tener una similitud con Sancho. Cuando me estaba preparando unas hierbas sentí que algo malo estaba por pasar y pensé en el trabajo que le dejé a Sancho.
Pasaron los días y cada vez me sentía más solo. Me costaba más encontrar los alimentos y ya no encontraba cosas para hacer ya que no podía hacer nada hasta que tuviera de regreso a mi gran corcel. Luego de días y de noches de sufrimiento, de gran aburrimiento, y de increíble lentitud, sentía que estaba a punto de perecer. Me desmayé y al despertarme me encontré con la voz de Sancho, algo que por primera vez me alegró inmesuradamente. Sancho me dijo que Dulcinea me quería ver personalmente, algo que no es posible ya que no soy lo suficientemente digno para ella, algo que Sancho no entendió. Sancho me dejó algo comida y regresó a la casa de Dulcinea. Cuando volvió me encontré con Sancho y la peculiar visita de la princesa Micomicona, Cardenio, y el cura y el barbero de mi pueblo, algo que lo explicaron como algo casual. La princesa Micomicona necesitaba mi ayuda para matar a un gigante que le estaba dando problemas. Dijo que no podía hacer otra cosa antes que matar al gigante. Por fin tenía mi primera aventura en días. Ha terminado lo que se puede decir como mi pequeño exilio del territorio de los caballeros. Cuando íbamos en el camino el cura me contó que algún idiota soltó a unos galeotes que él tenía encargado. Estoy seguro que son los que liberé pero no creo que sospeche de mí ya que soy un gran caballero. En fin estos últimos he venido de menos a más algo que siento que me merezco y de lo que estoy orgulloso.

lunes, 14 de junio de 2010

Capítulo 25

Cuando Sancho y yo regresamos al camino me empezó a cuestionar porqué no había dejado a Cardenio terminar su historia. ¡Qué pena con Sancho! Es obvio que no sabía mucho de la reina Madasima. LA reina Madasima es una reina honrada y una gran persona y Cardenio estaba diciendo cosas incorrectas que ensuciaban su imagen, algo que no podía permitir. Aún así parece que nunca convencí a Sancho. Después de esta discusión me acordé de la penitencia y decidí que era tiempo de hacer una. Viajé con Sancho, aunque el viniera a regañadientes ya que previamente me había dicho que ya no quería ser parte de mis aventuras, a una montaña cercana. Cuando llegamos empecé con la penitencia en voz alta, como se hace. Cuando termine mi penitencia sobre mi amada Dulcinea del Toboso, imitando así a mi querido Amadís de Gaula. Luego de terminar la penitencia le encomendé el trabajo de ir a donde estuviera mi Dulcinea a contarle por 3 días todo lo que había hecho. Además tenía que llevarle una carta que le iba a escribir a mi amada. Sancho me preguntó por cómo iba a encontrar a Dulcinea ya que no conocía a ninguna Dulcinea. Le dije que la podía buscar por el nombre de Aldanza Lorenzo. Dicho esto Sancho se dedicó a decir cosas impropias acerca de ella. Gracias a esto tuvimos una de nuestras típicas discusiones. Luego de esto Sancho se fue en Rocinante, algo que lamento ya que se llevó a mi corcel.

Capítulo 24

El día siguiente finalmente conocimos aquel señor misterioso gracias al gentil cabrero. El hombre se llamaba Cardenio. Cardenio nos comentó que su historia comienza cuando se enamoró de Luscinda, una joven del pueblo. Ambos eran de familias ricas por lo que Cardenio necesitaba el consentimiento del padre de Luscinda. Una vez que lo consiguió el padre de Luscinda le dijo que en orden para casarse con Luscinda tenía que ir la casa del Duque Don Ricardo. Cuenta Cardenio que en una de las cartas que Luscinda le mandaba le decía que llamara a Amadís de Gaula. El nombramiento de este personaje el cuál idolatro me sorprendió. Tenía que aprovechar que el nombre de Amadís de Gaula viniera a la historia para contar algo acerca de él para engrandecer su figura. Sentía que era mi deber ya que fue por él mayormente que me convertí en caballero. Luego de contarles sobre el grandioso Amadís de Gaula, Cardenio continuó con su historia. La verdad fue que no le puse tanta atención hasta que nombró a la reina Madasima. Al hablar el de ella me sorprendió, ya que su nombre no entraba en el contexto de la historia. Esto cambió mi manera de ver el hombre y como pensar sobre él y pensé de nuevo en lo que había dicho el día anterior el cabrero, el hombre está loco. Siendo él una persona así le traté como debería ser tratado, un hombre loco. Para afirmar su locura de repente me golpeó con un guijarro que tenía a su lado. ¡Qué pena con Cardenio!

sábado, 12 de junio de 2010

Capítulo 23

Cuando nos despertamos algo adoloridos luego de la pelea de día anterior, Sancho y yo nos dimos cuenta de algo horrible. Al parecer uno de los presos que torpemente liberamos ayer se nos acercó en la noche y se llevó el corcel de Sancho. Esto le provocó una gran tristeza al pobre Sancho ya que él dijo que lo había tenido por mucho tiempo y que lo quería mucho. Finalmente logré consolarlo y así seguir con nuestro camino diciéndole que le iba a conseguir cinco iguales. En nuestro camino nos encontramos con un cojín y una maleta, la que traía un librillo muy interesante. La genialidad de su escritor me cautivó por lo que me puse como objetivo conocer a ese señor. Fue así como nosotros empezamos a buscar al señor en nuestros alrededores. Al rato nos encontramos con un cabrero el cuál dijo que sabía todo lo que necesitábamos saber acerca ese señor. El cabrero nos contó que el señor era algo loco, ya que cambiaba su forma de comportarse. Algunas veces era todo un caballero y un hombre gentil. Otras veces era pedante y se comportaba de forma brutal. Luego nos contó una gran noticia. El cabrero y otros amigos habían acordado llevar al señor a villa Almodóvar para que le pudieran curar. Nos dijo que le podíamos acompañar si queríamos conocer al señor, algo que es grandioso.

Capítulo 22

Luego de la charla que mantuve con Sancho acerca de nuestro futuro, nos encontramos nuevamente con la aventura en nuestro camino. Nos dimos cuenta que unos comisarios y unos presos que venían detrás de ellos venían por el camino hacia nosotros. Decidí que tenía que averiguar porque los presos estaban presos. Sancho y yo nos salimos del camino para interrogar a los presos sin que los comisarios armados se dieran cuenta, a pesar de que Sancho me intentó explicar que eso no era de mis asuntos y que tenía que dejarlos en paz. Cuando llegué donde los presos me explicaron que iban a trabajar en las galeras del rey. También me explicaron porque habían sido condenados a esta pena. Me pareció que sus historias no eran dignas de para que se les castigara con esa pena. Les abrí los cerrojos juntos luchamos contra los comisarios. Nunca había estado en una batalla que fuera tan fácil. Al terminar les dije que fueran con mi amada Dulcinea del Toboso y les contra que el "Caballero de la Triste Figura" Don Quijote los había liberado de sus penas y condenas. Entonces algo sorprendente sucedió. Los expresos atacaron a Sancho y a mi persona. Nos dejaron prácticamente con nada. Lo peor de todo fue que Sancho me advirtió de esto. Nunca había vivido una traición de esta magnitud.

jueves, 10 de junio de 2010

Capítulo 21

Luego de mi última discusión con Sancho, andando por el camino, me pareció ver a la distancia el famoso Yelmo de Mambrino. Sancho intrigado e ignorante como siempre me preguntó por el yelmo. Le conté que el Yelmo de Mambrino es un yelmo que lo lleva un gran caballero. Le dije que yo me sentía digno del yelmo y que debería ir a conseguirlo. Sancho me cuestionó ya que dice que otras veces me equivocado. ¡Qué pena con Sancho! Aún así me lancé por el yelmo. Al abalanzarme contra el hombre supe que había hecho un gravísimo error. Cuando me levanté vi que había empujado a un pobre hombre y que el yelmo no era el Yelmo de Mambrino. Me disculpé con el hombre y cuando Sancho y yo retomamos el camino Sancho me dijo que no era un yelmo sino una bacía de azófar que usan los barberos. Luego hable con Sancho de nuestro futuro. Le comenté a Sancho que cuando me convirtiera en un caballero conocido me iba a casar con la hija de un rey y que el rey al morir y al heredarme el reino iba hacer que Sancho se casara con una gran doncella. Claro esto tenía algo de mentira porque jamás abandonaré a Dulcinea del Toboso. Aún así logré lo que quería que era que Sancho y yo nos compremetiéramos a trabajar duro para conseguir esa fama y ocupar los puestos deseados como ser rey y un gran noble.

miércoles, 9 de junio de 2010

Capítulo 20

Luego de comer colocamos lo que nos quedaba en Rocinante. Haciéndose esto partimos hacia nos guiara el instinto, ya que era de noche la neblina que cae un manto sobre el camino nos dificultó la visibilidad. Más adelante cuando nos acercábamos a la colina escuchamos unos ruidos al otro lado de la colina. Sancho parecía asustado por lo que escuchaba, por lo que tome la decisión de hacer lo que se supone que tenía que hacer solo. Le expliqué a Sancho que esos ruidos me indicaban que yo tenía que ir al otro lado de la colina y resucitar a la tabla redonda, los 12 de Francia y los 9 de la fama. Le dijo a Sancho que me esperara por 3 días. Si no volvía él tenía que decirle a mi dulce Dulcinea y a todos que había muerto luchando en la oscuridad. Sancho se puso a llorar cuando de repente Rocinante dejó de andar. Era obvio que estaba cansado y tuve que esperar al día siguiente. Durante la noche Sancho quiso entretenerme contándome una historia de algún cabrero; lástima que no pudo terminar por el ruido porque parecía una gran historia. Al día siguiente en el amanecer cuando fui hacer lo que tenía que hacer vi que el ruido no era lo que pensaba. El ruido venía de una casa mal hecha. Lo peor de todo es que cuando volví con Sancho él se estaba riendo de la situación. Esto hizo que me saliera de mis canales y comenzáramos a discutir, algo que ya parece algo habitual entre nosotros.

martes, 8 de junio de 2010

Capítulo 19

Durante el camino Sancho mostró una teoría la cual es demasiado buena y acertada como para que se le haya ocurrido a él. Me dijo que todos estos sucesos se deben que yo no he cumplido un acuerdo del cuál no me acuerdo muy bien. El acuerdo decía que yo no iba a comer pan y yo he mantenido mi consumo de pan igual que siempre. Aun así la culpa era de Sancho ya que él no me recordó del trato. Luego de esta discusión nos encontramos con unas luces que se veían al fondo del camino. Nos acercamos con prisa y vimos que eran unos hombres con mulas. Al llegar junto a ellos le pregunte al primero de donde venían. No sé porque pero a una de las mulas le pareció haber visto algo escalofriante, por lo que se asustó, botando al hombre que llevaba y salir corriendo, como hicieron el resto de los hombres con sus mulas. Esto me pareció sospechoso y acertadamente me dirigí al hombre que quedó en el suelo de una manera tosca y apuntándole con mi lanza, logrando así que me dijera lo que quería. Asustado me dijo que era un hombre religioso y que solo estaban llevando un cuerpo. Mientras le interrogaba me pareció ver de reojo a Sancho que estaba robando la comida que quedó en el suelo, una de las pocas veces que he visto a Sancho haciendo algo astuto. Cuando Sancho se acercó a nosotros le dijo que no se preocupara que estaba en la presencia de un caballero. Sancho dijo que me llamaba "El Caballero de la Figura Triste". El hombre le preguntó por qué y Sancho le dijo que era porque no tenía muelas y tenía la cara delgada de no comer. Nos despedimos del monje y nos fuimos rápido para buscar un lugar donde comernos ese manjar que Sancho robó. Esto no me agrada tanto pero tengo que comer.

Capítulo 18

Durante el camino Sancho se mostró igual de perdido como siempre ya que decía que la venta no estaba encantada, cuando era obvio que el castillo estaba encantado. Más tarde cuando nos acercábamos a unas colinas, pudimos ver que encima de las colinas se alzaban dos trazos de humo de direcciones opuestas. Era obvio que con toda esta información se estaba llevando a cabo una famosa guerra de la cual había leído que estaba a punto de suceder. Sabiendo que Sancho era algo ignorante le empecé a contar sobre la guerra, sus motivos y sus famosos personajes. Deleitado por la historia decidió que deberíamos subir la colina para ver la batalla. Al llegar Sancho me dijo otra de sus locuras. Dijo que las humaredas provenían de unos rebaños de ovejas y no de ejércitos. Enfurecido por esto fui a buscar entre la batalla alguna prueba de esta que Sancho no me pudiera negar. Al llegar me atacaron sorpresivamente por lo que me dejaron herido. Al llegar de regreso con Sancho le pregunté que si había perdido alguna muela, al enseñarle se vomito. A pesar del cansancio y de la mala suerte nos vimos obligados a seguir nuestro camino ya que no teníamos las alforjas con comida y necesitaba que me revisaran para estar más seguro respecto a mi lesión.

jueves, 3 de junio de 2010

Capítulo 17

Una vez que encontramos tranquilidad en ese castillo en el cual nada se podía hacer, le pregunté a Sancho como estaba. Como buen caballero tengo que proteger a mi escudero. Lo que me sorprendió en esta velada fue la solidaridad mostrada por Sancho ya que se preocupó por mí. Luego como buen caballero me tengo que mostrar rudo ante los que me rodean. Por esa razón me dirigí hacia el cuadrillero de manera tosca cuando le mostraba mi gratitud. Lamentablemente me tiró un candil aunque creo que me entendió. Cómo ya no tenía quién me curara le pedí a Sancho los ingredientes para hacer una vieja poción que me curaría todos mis problemas, la cual había leído en los muchos libros de caballería que leí. Me tomé la poción y tuve que sufrir sus terribles efectos como el vómito y el malestar estomacal. Me dormí lo más pronto posible y al día siguiente me desperté de maravillas. Asombrado por lo sucedido, aunque era obvio que mi recuperación iba a suceder, Sancho probó la medicina. Tuvo los mismos efectos que yo tuve pero con el tiempo no tuvo ningún cambió beneficioso. Esto era fácil de explicar ya que él no era caballero. Luego a la hora de partir el rey me cuestionó de una manera muy particular. Me preguntó por la paga. Le dije que era caballero y que los caballeros no pagan en los castillos. Dicho esto le preguntaron a Sancho por la paga y el dijo que los escuderos tampoco pagaban. Por esto unas personas del lugar comenzaron a golpearle por no pagar, algo injusto ya que él venía conmigo. Luego de todo le tiraron agua fría. Lo peor de todo fue que los bandidos se quedaron las alforjas de nosotros.

martes, 1 de junio de 2010

Capítulo 15-16

Luego del episodio sucedido en el entierro de Crisónomo, me dispuse a seguir a Marcela, ya que todavía tenía la curiosidad de saber más de ella. Por eso la seguí hasta cuando estaba a punto de anochecer cuando decidí acampar en un pequeño claro que encontramos. Al rato noté unas yeguas, por lo que le dije a Sancho que debíamos capturarlas. Cuando no arrimamos, los dueños de las yeguas los cuales eran como 20, ya que eran muchas. Intentamos huir por un rato, ya que era lo único que nos quedaba, pero aún así no fue suficiente. Los dueños nos terminaron apaleando y dejando mal heridos. Decidimos viajar un poco más porque en esta estado teníamos que dormir en un buen lugar para recuperarnos. En el camino le hice saber a Sancho que pensaba que era un cobarde por no haber peleado. Él me dijo porqué no había peleado, lo cual me sorprendió por su ignorancia, es obvio que un caballero solo pelea con caballeros. Sancho ante esto me respondió que él era un hombre pacífico el cuál no peleaba al menos que no fuera necesario. Para el colmo, al encontrarnos nuevamente con un castillo Sancho volvió a insistir en que era una venta y no un castillo. ¡Qué pena con Sancho!
Al entrar al castillo nos atendió la hija del rey y una criada. Ellas nos llevaron a una habitación donde nos arreglaron las camas, las cuales eran demasiado cómodas como para ser cierto. Qué lástima que Sancho no se tranquilizara ya que aseguraba que prefería dormir en el piso que en estas camas. En nuestra habitación había un noble caballero conocido como el Harriero, el cual iba a verse con la princesa del castillo más tarde. En la noche me desperté y me encontré a una hermosa señora en la habitación. Seguro era la princesa la cual se iba a ver con el Harriero. El Harriero estaba dormido por lo que empecé a decirle lo bella que era. El Harriero al despertarse malentendió lo que estaba haciendo y me empezó a golpear en la espalda. Me pegó tan duro que la hermosa cama se rompió. De repente la criada irrumpió en el cuarto escondiéndose en la cama de Sancho, el cual le empezó a pegar. Cuando llegó el Rey al darse cuenta de lo que estaba haciendo Sancho le empezó a pegar junto con el Harriero. El cuadrillero que estaba al lado se despertó y advirtió a todos en el cuarto lo herido que estaba. Todos se fueron dejándome junto con Sancho y el cuadrillero en el cuarto. Nuevamente Sancho y yo teníamos que ser atendidos.

domingo, 23 de mayo de 2010

Capítulo 12-13-14

Al día siguiente, un cabrero amigo de los pastores con los que Sancho y yo estábamos, nos aunució la muerte de un pastor por la culpa de los amores de una mujer muy hermosa, llamada Marcela. Me mostré muy curioso por esta historia ya que soy un romántico. El cabrero accedió a contarme la historia. Me contó que la mujer rechazaba a todos los hombres, inclusive a los hombres que su tío le proponía. Tanto rechazo causó que su uno de sus pretendientes se muriera por tanta depresión. El cabrero me contó que el entierro era el día siguiente era el entierro. Me dijo que no fuera ya que no sería adecuado ya que sus familiares no me conocían. Obviamente estaba en un grandísimo error ya que al parecer no sabía que yo era el Quijote de la Mancha y que al ir les daría un gusto a sus familiares poder ver a tan ilustre personaje entre ellos. Con ese pensamiento me quedé dormidoy soñe con una gran fiesta donde todos me respetaban y adoraban. Al día siguiente me desperté bastante temprano para ir al entierro. La historia me conmovió mucho y me llegó la necesidad de conocer esa tal Marcela. Durante el trayecto me vi sorprendido por la falta de visión de los pastores. Les conté que yo era un caballero andante, y que tenía que estar siempre armado, defender la causa justa y ser protector de los oprimidos. También les dijo que en lugar de dedicarle sus victorias a Dios, se las dedica a su amada. Por esto los pastores me creyeron loco, algo que me impactó y que cambió profundamente mi relación con ellos.
Al llegar al entierro Crisónomo, el hombre muerto, estaba en un baúl lleno de papeles en que había escrito sus últimos versos. Un hombre se acercó al baúl y cogió unos de sus últimos versos. Mientras más leía más intrigado y triste me sentía. Sus versos eran profundamente amargos, algo que me impacto. Parece que cuando Marcela estaba ausente, como cuando escribió los versos, sentía una profunda agonía. Recuerdo resaltar palabras como celos, abandono y confusión. Aún así, no negaba su belleza tanto moral como física. Al finalizar el canto, Marcelo se presentó en el entierro dando argumentos los cuales le quitaban toda culpa de matar a Crisónomo. Escuché muy detenidamente sus argumentos, los cuales parecían tener la razón. En ellos ella decía que vivía en la montaña para no molestar a nadie y que no era culpa de ella que Crisónomo se hiciera ilusiones sin darle esperanzas. Con esto me paré al frente de todos y defendí a Marcela, haciendo así lo que era justo. Luego de esto el entierro prosiguió de manera normal pero sí había un ambiente tenso. Al finalizar, los pastores al despedirnos nos recomendaron viajar a Sevilla la cuál era una tierra llena de aventuras, pero les dije que primero quería explorar esta zona.

lunes, 10 de mayo de 2010

Capítulo 9-10-11

Luego de lo sucedido en Puerto Lápice tengo una pelea de caballeros ante el vizcaíno a pesar de tener el hombro herido. Fue una gran batalla en la cual salí victorioso, a pesar de que me haya herido la oreja y rompiera mi armadura, lo cual lo contrarresté atacando a su caballo y la cara del vizcaíno así ganando la batalla. Le dejé ir ya que prometió mostrarle sus respetos a mi dulce Dulcinea del Toboso. Luego de mi pelea, Sancho y yo nos dirigimos al buscar refugio. Me sorprendió la ignorancia de Sancho porque me preguntó que si había ganado alguna tierra con mi victoria. No sabía que del vizcaíno no se le puede sacar nada. Acampamos cerca de las chozas de unos pastores ya que no podíamos dormir en la iglesia porque habíamos agredido a unos monjes. Sancho estaba acomodando al caballo y al burro cuando percibió el olor a cabra asada. Me dijo que iba a ver que era ese olor cuando yo sabía perfectamente que iba a buscar comida por lo que lo acompañe. No hacía falta conocer mucho a Sancho para saber su gran afición por la carne. Su manera de ser y su gordura lo delatan. Cuando llegamos al lugar donde provenía el olor los pastores advirtieron nuestra llegada. Nos ofrecieron un campo entre ellos para comer el cual Sancho estúpidamente estaba rechazando, pero no importó ya que le corregí y empezamos a comer. Estaba yo disfrutando de unas bellotas, ya que preferí no comer cabra, cuando empezamos a hablar de lo bueno que era el mundo antes, cuando se podía disfrutar de la vida y no estar atado a un trabajo. Luego de eso un pastor empezó a contar una historia de romance, el cual me conmovió mucho y me hizo acordarme de mi dulce Dulcinea. Debí verme algo triste ya que un pastor me ofreció gentilmente curarme la oreja ya que pensó que me estaba doliendo. Sin duda hizo un mejor trabajo que Sancho.

domingo, 9 de mayo de 2010

Capítulo 8

El día siguiente llegamos a un campo donde temibles gigantes reinaban. Le dije a Sancho que tratara de mantener callado a su caballo ya que alertaría a los gigantes de nuestra presencia. Dicho esto Sancho me volvió a ver con una cara de incredulidad, y negaba la existencia de gigantes y decía que su caballo no se callaba porque era un burro. Nos acercamos y sentí que ya no podía controlar mis emociones. Tenía que atacarlos por lo que me hicieron. Alce mi lanza y con Rocinante nos lanzamos al ataque. Llegué a impactarlos con mi lanza pero parecía no importarles. Luego cuando iba embestirlos por segunda vez tuvo que esquivar uno de sus golpes lo que provocó que me tropezara, rompiéndose así mi lanza, por lo que tuve que dejar la batalla. Me acordé que unos caballeros reemplazaban sus lanzas por un tronco y así lo hice.
Luego de la batalla nos dirigimos a Puerto Lapíce en busca de aventuras. Durante el camino Sancho no paró de decirme una y otra vez que peleé contra unos molinos no unos gigantes. Me pareció que Sancho está mal de la cabeza pero no se lo dijo ya que era muy importante para los viajes. Cuando llegamos vimos a dos monjes y a una mujer que iba detrás de ellos. Parecía que la tenían secuestrada así que los ataqué. Uno logró escabullirse y el otro tropezó. Sancho por alguna extraña razón lo estaba ayudando. Dos mozos fueron a atacar al fraile al observar lo sucedido y yo le fui a dar mis respetos a la señora. Luego de esto el escudero de la doncella arremetió contra mí dejándome el hombro herido, excusándose que me castigaba por lo hecho. Quisiera desquitarme de él.

lunes, 3 de mayo de 2010

Capítulo 6-7

Luego de explicar lo sucedido, me dispuse a dormirme de nuevo ya que todavía estaba cansado. Parecía que el cura y el barbero estaban esperando a que esto sucediera. Soñé con mi gran lucha, la cual me va servir de experiencia para cuando me enfrente de nuevo a esos canallas. Me desperté al día siguiente y ahí estaban todavía el cura y el barbero. Desayuné y les pregunté por mis libros ya que quería buscar algún dato sobre la lucha contra los gigantes. Me contaron que habían sido desaparecidos por un mago, lo que me motivo a hacer la segunda cosa que tenía planeado, buscar dinero y un escudero, así podría prepararme mejor para vengarme del mago. Durante los siguientes días estuve en el pueblo empeñando algunas de mis pertenencias para así conseguir el dinero que tanto me hacía falta. Durante esta travesía me encontré a Sancho Panza, un hombre el cual estaba dispuesto a ser mi escudero. Como paga le prometí darle de alcalde en las muchas tierras que iba gobernar. Sancho tuvo algunas dificultades para acceder al puesto ya que a su mujer no le gustaba la idea. Al final logró convencerla y salimos al atardecer.

martes, 27 de abril de 2010

Capítulo 5

Me desperté por la voz de un hombre el cual me reconoció como Alfonso Quijana, el hombre que yo era antes. El señor me estaba despertando porque al parecer me había quedado inconsciente luego de caer en la trampa que aquellos gigantes me tendieron. El señor me dijo que me iba a llevar a que me curaban. Durante el recorrido le estuve recitando algunos versos de caballería para que él entendiera lo que era y que yo no era más Alfonso Quijana. Al llegar al pueblo me di cuenta que habíamos llegado a mi hogar. Al entrar a mi casa me encontré con mi sobrina, la criada, el cura y el barbero. Todos se mostraban muy consternados por mis heridas, por eso me atendieron lo más rápido posible. Luego de que me cuidaran las heridas, les expliqué como Rocinante había caído en la trampa de los gigantes. Esto pareció desagradarles, como si pensaran que estuviera mal de la cabeza.

viernes, 23 de abril de 2010

Capítulo 4

Luego de irme del castillo me encontré en mi camino una situación justa para comenzar a valer mi condición de caballero. La situación era que un señor estaba golpeando a un niño indefenso. Me acerqué y le pregunté al señor porque estaba golpeando al joven. El señor dijo que lo estaba castigando por perder a las ovejas. El niño se defendió acusando al señor de no darle la paga por los últimos siete meses. Luego de esto obligue al señor a jurar de que no volvería a pegar al niño y que le pagara. Más tarde en el camino me encontré a unos gigantes. Por alguna razón de la cual no me acuerdo les empecé a contar sobre mi bella Dulcinea. Me parece que estaban malhumorados ya que empezaron a blasfemar a mi bella Dulcinea. Les ataqué, pero con mala suerte ya que al parecer le había tendido una trampa a Rocinante, causando que tropezara y cayera encima mi cuerpo.

jueves, 22 de abril de 2010

Capítulo 2-3

El día con el cuál todo empezó, salí de mi casa cuando el sol apenas se asomaba por el horizonte. Con este hecho empezaba a cumplir mi sueño de ser caballero. Marchaba tranquilo con mi fiel corcel Rocinante, cuando me acordé que ni siquiera había sido nombrado caballero. Esto me intrigo bastante, ya que no podía creer que se me haya olvidado que no había sido nombrado. Por eso, apresuré el paso en busca de un castillo en el cual pudiera ser nombrado. Para el atardecer me encontré en la entrada de un hermoso castillo. En la entrada estaban dos preciosas doncellas las cuáles se reían curiosamente sobre mis preguntas, parecía que mis preguntas eran absurdas para ellas. Al final no importó ya que entré al castillo y me trataban como si fuera un rey; hasta el rey del castillo me servía como de sirviente. Todos eran muy atentos conmigo y se lamentaron profundamente de no complacerme el deseo de velar mis armas en la capilla ya que no estaba terminada. Por eso me llevaron a un cuarto de armas el cuál olía muy raro. Todo marchaba bien cuando de repente me pareció escuchar dos bandidos. ¡Los muy canallas estaban tratando robar mis armas! Por eso tuve que recurrir a la pelea. Sentía que iba ganando cuando de repente me desperté y el rey estaba castigando a los bandidos. El rey muy apenado me solicitó permiso para que me pudiera nombrar caballero. Era el algo temprano para eso pero estaba a punto de amanecer entonces accedí al nombramiento. El rey me nombró con dos toques de la espada en los hombros. Las doncellas se mostraron asombradas algo que me intrigó ya que antes parecían burlarse de mí. Inclusive ofrecieron servirme de por vida. Las nombré por Doñas y me fui al amanecer en busca de aventuras.

lunes, 19 de abril de 2010

Capítulo 1

Yo soy el Quijote de la Mancha. De seguro tienen que haber oído algo acerca de mí. Yo fui el personaje el cuál revolucionó el mundo de la literatura, algo que sinceramente no logró saber como lo hice ya que dicen que soy loco y a la vez genio y un personaje cautivante. Qué te parece si te cuanto mi historia personalmente. Para cuando todo empezó mi criada tenía alrededor de 40 y mi sobrina alrededor de 20. Nosotros vivíamos en mi hacienda, ya que yo era un hidalgo algo adinerado, sería adinerado de no ser por excesiva búsqueda y compra de libros de caballería, los cuales simplemente me fascinan. Siempre pensé que podría vivir una vida de caballero hasta que un día me decidí y planeé salir el día siguiente a primera hora, ya que estaba completamente seguro de que a mi familia no le agradaría para nada la idea. Primero me busqué un nombre para que fuera reconocido mundialmente, un nombre el cual mis enemigos temblaran al escucharlo y mis amigos me recuerden con cariño. De esa manera llege a ponerme Don Quijote de la Mancha. Quijote porque es una variación de mi nombre real, Alfonso Quijana, y de la Mancha por que de esta manera emulo a uno de mis caballeros favoritos, Amadís de Gaula, al poner mi lugar de procedencia. A mi bello corcel le puse para esta aventura Rocinante, nombre digno para semejante caballo. Luego busque ponerle nombre a mi amada, ya que todo caballero le dedica todas sus victorias a su amada, y así a Aldonza Lorenzo, una señora del pueblo, la nombré por Dulcinea del Toboso. Así luego de limpiar las armas y armaduras de mis bisabuelos, deje todo listo para salir al amanecer. De esta manera concluye mi primer suceso como caballero.