domingo, 9 de mayo de 2010

Capítulo 8

El día siguiente llegamos a un campo donde temibles gigantes reinaban. Le dije a Sancho que tratara de mantener callado a su caballo ya que alertaría a los gigantes de nuestra presencia. Dicho esto Sancho me volvió a ver con una cara de incredulidad, y negaba la existencia de gigantes y decía que su caballo no se callaba porque era un burro. Nos acercamos y sentí que ya no podía controlar mis emociones. Tenía que atacarlos por lo que me hicieron. Alce mi lanza y con Rocinante nos lanzamos al ataque. Llegué a impactarlos con mi lanza pero parecía no importarles. Luego cuando iba embestirlos por segunda vez tuvo que esquivar uno de sus golpes lo que provocó que me tropezara, rompiéndose así mi lanza, por lo que tuve que dejar la batalla. Me acordé que unos caballeros reemplazaban sus lanzas por un tronco y así lo hice.
Luego de la batalla nos dirigimos a Puerto Lapíce en busca de aventuras. Durante el camino Sancho no paró de decirme una y otra vez que peleé contra unos molinos no unos gigantes. Me pareció que Sancho está mal de la cabeza pero no se lo dijo ya que era muy importante para los viajes. Cuando llegamos vimos a dos monjes y a una mujer que iba detrás de ellos. Parecía que la tenían secuestrada así que los ataqué. Uno logró escabullirse y el otro tropezó. Sancho por alguna extraña razón lo estaba ayudando. Dos mozos fueron a atacar al fraile al observar lo sucedido y yo le fui a dar mis respetos a la señora. Luego de esto el escudero de la doncella arremetió contra mí dejándome el hombro herido, excusándose que me castigaba por lo hecho. Quisiera desquitarme de él.

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