martes, 7 de septiembre de 2010

Capítulo 44-45-46-47

En el amanecer desafortunadamente por un extraño movimiento de Rocinante quedé atrapado en mi aposento. Primero la silla y ahora esto. Estaba hasta la coronilla de estar atrapado por lo que llamé a gritos por ayuda. Cuando llegaron a desatarme me caí y me encontré con cuatro caballeros y el rey del castillo. Al parecer estos caballeros venían por el joven que había estado cantando durante la noche. No estuve muy cerca de la situación pero al parecer se arregló un matrimonio entre el joven que cantaba y su amada, Clara la cual resulta ser la hija de Oidor, hermano del cautivo. Se supone que el joven los venía siguiendo. Una vez arreglado todo, decidieron irse en dos grupos. El primero era de Oidor y Clara el cual se iba a Andalucía. El otro era del joven y los caballeros que lo buscaban. Estos iban a ver si el padre del joven estaba conforme con la boda. Una vez que se fueron me pareció ver en el horizonte algo increíble. Estaba relacionado con un suceso en el cual yo salí perdiendo. Es increíble que la vida me restriegue esto de nuevo. Resulta que por el camino pasaba el barbero con mi yelmo de mambrino. Sancho al darse cuenta se abalanzó contra el por saqueador. Al llegar a la pelea los separó y calme a Sancho un poco. Estaba bastante alterado lo que me sorprendió porque nunca había sido tan apasionado por algo. Le dije y me parece que no fue la primera vez, de que lo nombraría caballero cuando pudiera. Esa tarde nos la pasamos discutiendo por el barbero porque él decía que era una de sus bacías y no el yelmo como decíamos nosotros.
Esta gran discusión llegó a que los que me acompañaban y unos oficiales que acaban de llegar al castillo se metieran en ella. Luego de un rato el cura se acercó al barbero y me pareció que lo hizo entrar en razón. Luego de eso me trajo el yelmo. Al ver que me entregaban el yelmo los oficiales me identificaron como un hombre que buscaban. Me apresaron y me dijeron que lo hacían porque había liberado a los galeotes. Tenían razón, ¡que pena! Pero por segunda vez en el día el cura salvo la situación se acercó al oficial y en cuestión de minutos me dejaron libre. Una vez libre les dije a los oficiales que deberían de estar avergonzados porque solo estaba haciendo mi trabajo de caballero.
Luego de los improperios que dije los oficiales se dispusieron a arrebatarse contra mí. Gracias a Dios el cura mantuvo su racha de lograr acuerdos y luego de un rato de que hablara con los caballeros los convenció de algo y nos dejaron en paz. Ante todo esto le propuse a la princesa Micomicona que deberíamos irnos. Esta dijo que nos íbamos a ir cuando yo quisiera. Luego me encontré con Sancho al que le dije que ensillara a Rocinante porque no íbamos. Pero antes me dijo que tenía que contarme algo bastante importante. Me dijo que había visto a la princesa Micomicona haciendo cosas con Don Fernando impropias de una reina. ¡Qué pena con Sancho! Es increíble que ande por ahí diciendo esas cosas. Le regañe, y mientras lo hacía se nos acercó la propia princesa Micomicona, la cual le dijo a Sancho que tuvo que haber tenido algún encantamiento actuando sobre él porque aseguraba que algo así nunca hubiera pasado. Dicho esto Sancho se disculpó con la princesa Micomicona por lo sucedido pero me pareció que lo hacía a regañadientes. Ya entrada en la noche unos fantasmas me llamaron a mí y a Sancho. Nos dijeron que para cumplir la misión de la princesa Micomicona tenía que subirme a una jaula que tenían sobre una carreta. Nunca había hecho algo parecido pero la profecía que me dijeron parecía creíble.
Una vez que el viaje empezó nos tropezamos con unos jinetes en el camino. El que parecía el líder de ellos me preguntó porque iba enjaulado. Le contesté que era para cumplir mi misión ya que era un caballero andante. El jinete al escuchar esto se quedó atónito y dijo que era imposible. Luego Sancho le contó que yo estaba encantado algo que me impactó. Luego el cura se acercó al jinete y le dijo quién sabe qué pero el jinete nos dejó en paz.

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